Esta es la segunda parte de la serie Socialismo vs. Cristianismo. Si todavía no leíste la primera parte, puedes leerla aquí.
En la tumultuosa Inglaterra del siglo XIX se vivía una época de decadencia moral y política, y el país entero sufría las consecuencias. Al parecer no quedaba otra cosa más que soportar este abuso y saqueo del país por parte de las personas que se suponía debían liderar el cambio y el progreso. Pero nada de eso estaba pasando.
Fue ese escenario el que vio nacer al famoso predicador bautista, Charles Spurgeon, conocido como “el príncipe de los predicadores”, quien, según la Internet Christian Library, evangelizó a lo largo de su vida alrededor de 10 millones de personas.
Un día, cansado de la situación que vivía, pronunció una frase que quedaría grabada en el alma de los ciudadanos de la época, creyentes y no creyentes, y que incluso hoy se sigue compartiendo por toda Internet y las redes: “Solo los tontos creen que política y religión no deben ser discutidos. Por esa razón los ladrones permanecen en el poder y los falsos profetas continúan predicando”.
Estas severas palabras de Spurgeon, revelan que la sociedad inglesa de su época sufría de los mismos males que podemos ver en el mundo hoy. Sin embargo, en medio de la crítica a los actores políticos, surge también una reflexión para los creyentes hoy:
¿Cómo podrá cambiar esta situación si irresponsablemente se decide dejar la política en manos de gente inescrupulosa? ¿Qué país les estamos dejando a las próximas generaciones si no hacemos ni decimos nada al respecto? ¿Permitiremos que posiciones claves del poder ejecutivo, legislativo y judicial de nuestras democracias y republics continuen siendo controlados e influenciadas por ideologías, cosmovisiones y sistemas de pensamientos completamente anti bíblicos y anticristianos que violan severamente la ley natural, las libertades individuales y los derechos humanos innegociables como la vida, la libertad y la propiedad?
"La Reforma Protestante fue un agente determinante para la caída del Feudalismo en Europa. Mientras los ideales de la Reforma Protestante no lleguen a Latinoamérica, seguiremos cayendo en diferentes tipos de neofeudalismo. Argentina es un gran ejemplo de ello. Un evangelicalismo superficial y una política feudal con características contemporáneas". Diego Franco (MMB, MDiv Candidate, profesor y pastor de la Iglesia Bíblica del Camino, Córdoba, Argentina)
El socialismo
Muchas veces se ha enseñado que el marxismo o el socialismo es un sistema económico opuesto al capitalismo. A simple vista, esto es cierto. Pero, hay mucho más acechando bajo las aguas ideológicas. El socialismo marxista del cual está bañada, casi en su esencia, Latinoamérica, no es una ideología meramente anti capitalista sino también es un sistema de pensamiento agresivamente anticristiano.
El socialismo es una cosmovisión que odia el cristianismo, la moral, a Dios y a la Biblia. En su Manifiesto Comunista, Marx escribe, “El comunismo suprime las verdades eternas, suprime toda religión y toda moralidad.” Marx obtuvo estas ideas de los naturalistas y materialistas ateos Charles Darwin y Ludwig Feuerbach, respectivamente. Dichos académicos, luego de haber negado lo sobrenatural y enseñado que lo que existe realmente es sólo la realidad material, habrían de preparar el movimiento intelectual eugenésico que desembocará en el exterminio racial de las primeras dos guerras mundiales. Sin embargo, para que el holocausto nazi y las limpiezas étnicas y hambrunas comunistas puedan ser realizadas, solo hacía falta una pieza clave: que el pensamiento anticristiano de Marx pueda ser sembrado en la fracturada Europa de finales del siglo XIX y principios del XX. Concorde al desprecio por la moral bíblica, Marx escribió: “El cielo que he perdido, lo conozco muy bien. Mi alma, que una vez fue fiel a Dios, ahora es elegida para el infierno”.
Marx odiaba tanto la religión que la calificó como una droga para las masas. Al igual como los Césares de la antigüedad, o el poder inflable, absoluto e inmoral de los Papas medievales, el marxismo se presentaba abiertamente como el enemigo del Evangelio. Asimismo, Marx explicaba que el camino hacia su utopía incluía el fin de la religión, de la moral, de la familia, la reescritura de la historia, el adoctrinamiento educativo, el lavado de cerebro de los desinformados, la censura, el uso de la fuerza y el fin de la libertad de pensamiento y de expresión.
Sin embargo, en los tumultuosos años de la Segunda Revolución Industrial, la visión materialista y anticristiana de Marx, se reducía, en mayor medida, a una minoría académica y elitista. La empresa de Marx era muy difícil de imponer al grueso de la sociedad, aunque no imposible. Marx entendía que los cristianos no se tragarían esquemas de poder mundano y sabía que estos no aceptarían tal utopía basada en un destino material y no sobrenatural. Marx sabía que el cristianismo enseña que la esperanza no está en la Tierra sino en el Cielo. Marx quería que el hombre se definiera a su imagen y semejanza y olvidara que el hombre estaba hecho a imagen de Dios. Marx comprendía que los cristianos creían que Cristo volvería a juzgar todos los males, y por ello comenzó a enseñar que el proletariado trabajador, y no Cristo, neutralizaría los males. Marx sabía que Dios era, y es, la piedra de tropiezo de la agenda socialista. Sin embargo, ya estaba en pleno desarrollo una brillante estrategia para poder presentar el socialismo a los cristianos, y por ende al grueso de la sociedad: la Sociedad Flaviana.
Karl Marx
Marx había buscado el derrocamiento de gobiernos en toda Europa, y en la agitación que siguió a 1848, se vio obligado a huir del continente. Una vez en Londres, Marx pasó sus días en el Museo Británico preparando su obra magna, El Capital, una crítica al capitalismo. Posteriormente, en su influyente Manifiesto Comunista, proclamó abiertamente que el comunismo suprimiría la religión y la moral.
De la misma manera que Mi Lucha (1925) sería una declaración descarnada de las intenciones de Hitler si alguna vez llegara al poder, El Manifiesto Comunista es igualmente claro al exponer los objetivos de los socialistas si alguna vez llegaran al poder. Nadie podría decir con razón que no estaba prevenido.
Mientras Marx promovía la revolución socialista y el ateísmo, la Sociedad Fabiana tenía como objetivo difundir las ideas marxistas para convertir al imperio en un estado socialista. Esta sociedad buscaba rediseñar la sociedad y, como punto intermedio y de transición, promovía un evangelio social.
En 1889, el grupo bien financiado circuló Los Ensayos Fabianos escritos por celebridades simpatizantes. Los ensayos ganaron gran popularidad tanto dentro de Inglaterra, como en el resto de Europa. Los teólogos liberales de aquellos años, aceptaron llamar las ideas fabianas como “evangelio social” o “socialismo cristiano”. No fue raro. Los teólogos liberales previamente ya habían rechazado la ortodoxia, es decir, las doctrinas y credos cristianos históricos y fundamentales. Luego de haber desechado doctrinas clave como la infalibilidad e inerrancia bíblica, los milagros, la historicidad, y la deidad de Cristo, ciertos atributos de Dios, entre otras doctrinas; la pendiente resbaladiza hacia la aceptación y predicación del nuevo evangelio socialista fue muy fácil.
Sin embargo, los objetivos de la Sociedad Flaviana, si bien se basaban muy fuertemente en el sistema ateo de Marx, tuvieron que realizar unas cuantas modificaciones cruciales para hacerlas más persuasivas a una sociedad altamente cristiana. El evangelio social, predicado por los teólogos liberales y patrocinado por la Sociedad Fabiana, pretendía conectar el socialismo con el cristianismo. Sus propuestas incluían atención médica universal, jubilación universal, la eliminación de la religión, la abolición de la familia, la abolición de la propiedad privada, y el reemplazado del culto a Dios por el culto al Estado.
Charles Spurgeon
Sin embargo, en otra parte de la ciudad de Londres se encontraba otro hombre con un mensaje totalmente diferente: el pastor bautista reformado Charles Spurgeon.
Charles Spurgeon había nacido en el pequeño pueblo de Kelvedon, Essex, Inglaterra, el 19 de junio de 1834. La madre de Spurgeon tuvo 17 hijos, nueve de los cuales murieron en la infancia. Se podría pensar, Spurgeon no tuvo una gran educación. Nunca obtuvo un título universitario, probablemente por no ser anglicano, a pesar de que vivió en Cambridge un tiempo, pero allí se dedicó al estudio personal, fue asistente de enseñanza y se instruyó brevemente en griego. Pero esto no le impidió ser uno de los autodidactas más interesantes de su época.
Su energía, su voz y su capacidad oratoria le dieron gran reputación, lo que hizo que un año y medio después de convertirse en pastor, y con tan solo 19 años, lo invitaran a Londres a predicar en la histórica Capilla New Park Street. Spurgeon se quedó el resto de su vida en Londres, y la pequeña iglesia que lo invitó a predicar por medio año, se convirtió, bajo su liderazgo, en una iglesia con más de 5.600 asientos.
Aunque este éxito vino cargado de controversia, debido a su popularidad, sus sermones eran publicados en diarios tan importantes como el London Times y hasta en el New York Times, lo que lo ponía en el centro del debate público. Pero no solo fue su forma de predicar, sino también sus convicciones las que crearon controversia. Él nunca se acobardó a la hora de predicar la verdad, su mensaje era claro y directo.
Spurgeon era ante todo un predicador, y en ese papel era insuperable. Su originalidad al predicar radicaba en su combinación de doctrina conservadora y un estilo actualizado. Tenía una gran habilidad para sentir el pulso de su tiempo, y para saber, casi instintivamente, cómo llegar a la gente común en un lenguaje que podían entender con toda claridad.
Mientras Marx abogaba por una revolución violenta como la senda hacia la redención, Spurgeon, desde su púlpito, predicaba la salvación a través de la gracia y la sangre de Jesucristo. Cierto día, la hija de Karl Marx le preguntó a Friedrich Engels “¿a quién odiaba más?», Engels respondió: “Charles Spurgeon”.
Al percatarse de la agenda de la Sociedad Fabiana y de la perversidad anti bíblica del falso evangelio social, promovido por los teólogos liberales, Charles Spurgeon comenzó a denunciar estas ideas con gran vehemencia desde su púlpito. Sus sermones, que atraían a miles de personas, en su mayoría de clase trabajadora, alejaban a la audiencia del socialismo revolucionario y los guiaban hacia el Evangelio de Jesucristo. Karl Marx, un apóstol del infierno, y Charles Spurgeon, el “Príncipe de los predicadores”, eran evangelistas con mensajes que no podrían haber sido más diferentes. Ambos eran, en cierto sentido, evangelistas que luchaban por las almas de los hombres con sus visiones opuestas de la humanidad.
El apasionado Spurgeon predicó contra estas ideas desde su púlpito. En uno de sus sermones, Spurgeon afirmó que intentar la regeneración nacional sin la regeneración personal era tan inútil como tratar de construir una casa sin ladrillos individuales. "Se han probado grandes esquemas de socialismo y se han encontrado fallidos", lamentó Spurgeon en otro sermón. "Busquemos la regeneración por el Hijo de Dios, y no buscaremos en vano". Lejos de evitar hablar sobre política, Spurgeon no se encogió detrás de un falso “pietismo” para evitar una contra reacción política contra su persona o su Iglesia. "No quisiera que intercambiases el oro del cristianismo individual por el metal sin valor del socialismo cristiano", dijo en una ocasión. Spurgeon sabía que no solo las almas de las personas estaban en juego, sino también la integridad y la pureza del Evangelio de Jesucristo.
Los sermones de Spurgeon en la década de 1850 a 1880 atrajeron a miles de personas, muchas de ellas personas de clase trabajadora. ¿Por qué Engels lo odiaba tanto? Porque Spurgeon estaba desviando a la clase trabajadora urbana de Inglaterra del socialismo revolucionario ateo al Evangelio de Cristo.
Es muy probable que la predicación de Spurgeon, y otros tantos como él, evitara la violenta Revolución en Gran Bretaña que Marx deseaba. Irónicamente, esa revolución vendría en 1917, en la Rusia no industrializada, cuando Lenin, a costa de 21 millones de vidas, implementaría las ideas fallidas de Marx. Muchos afirman que, en gran parte, esto se debe al hecho de que allí no había una iglesia viable para refrenar las falsas promesas del evangelio socialista.
Latinoamérica
Los seguidores del socialismo mataron a más de 100 millones de personas en el siglo XX. Rusia fue completamente limpiada de iglesias cristianas. Casi en paralelo, bajo el régimen de Mao en la China comunista se exigía a cada ciudadano que cantara su canción de "lealtad" al líder Mao. Canciones de lealtad similares se recitaban también durante el régimen de Hitler, el líder del Partido Nacional Socialista alemán, o durante el régimen de Juan Domingo Perón, el líder del partido socialista nacional argentino: el Justicialismo. Para 1967, Mao había iniciado la nueva "religión" para todos los chinos. Cualquiera que no adorara a Mao era considerado un "contrarrevolucionario". Lo mismo había sucedido décadas antes tanto en Alemania, con el partido Nazi, como en Argentina, con el partido Justicialista.
De la misma manera, en los años 30, los profesores marxistas ya ocupaban puestos notables en las universidades más prestigiosas de latinoamérica. Profesores marxistas de la Escuela de Frankfurt fuertemente influenciados por Freud, Marx y Hegel pronto gobernaron los círculos de élite académica continental y darían paso al sueño gramsciano: la creación del marxismo cultural. Los seminarios teológicos cristianos tampoco fueron la excepción. El liberalismo teológico ya estaba presente en la academia cristiana desde hacía al menos un siglo. La llegada del Marxismo a los seminarios le dio a los estudiantes un renovado y fresco enfoque materialista, secular, agnóstico y anticristiano. Sumado a ello, la Teología de la Liberación se presentó en las parroquias e iglesias como la culminación de esta gran apostasía. Trágicamente, miles de pastores, curas, obispos, seminaristas, catequistas, líderes y cristianos en general cayeron, y actualmente continúan, infectados por las garras del falso evangelio del pensamiento marxista, ignorando las Escrituras, e interpretando el Evangelio, la Salvación y a Dios bajo la perspectiva infernal y diabólica de Karl Marx.
Los cristianos del siglo XXI, a la luz de la Escritura, simplemente haría muy bien en considerar, al menos, sino seguir el ejemplo de Charles Spurgeon y otros grandes cristianos de los siglos pasados, al denunciar el falso paraíso del socialismo. El socialismo es absolutamente inmoral y se opone al cristianismo. Los socialistas originales intentaron suplantar la fe y la odiaban como un rival. En la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el socialismo cargó con la vida de millones de seres humanos, entre ellas, decenas de miles de cristianos. La presentación de las ideas socialistas podrá haber cambiado en las últimas décadas: de socialismo a evangelio social, de socialismo nacional o nacional-socialismo (nazismo) a justicia social, o de justicialismo a Agenda 2030 promovida por Naciones Unidas. Sin embargo, los principios del socialismo son los mismos: deificar al Estado secular, eliminar la libertad, desintegrar la familia tradicional, destruir la propiedad privada, eliminar la fe, reprimir a los cristianos, y abolir la moral bíblica.
El cristiano frente al Socialismo
Francis Schaeffer planteaba ya en 1970 que el peor peligro para la iglesia cristiana occidental era el “estatismo”, es decir, investir al estado de autoridad y supremacía suprema. Cuando el gobierno afirma ser la realidad última, esta cosmovisión reemplaza a Dios como la entidad suprema e infalible.
Por la gracia y providencia de Dios, a los cristianos de Latinoamérica nos ha tocado nacer en países de tipo democráticos y republicanos. Si bien reconocemos la soberanía de Dios en poner y sacar gobernantes, los creyentes debemos ser responsables y concientes a la hora de ejercer el voto. Por lo tanto, los creyentes estamos llamados a ser luz y sal en la tierra. Los cristianos debemos ser de influencia. Es decir, estamos llamados a ser agentes de cambio para la sociedad en que vivimos.
Una de las formas en que afectamos nuestra sociedad es a través de la oración (1 Tim. 2:1-3). Así que oramos por los políticos no porque sean buenos, sino porque Dios es bueno y nos ha dado un arma poderosa capaz de cambiar las circunstancias.
La segunda forma en que podemos influenciar en nuestra sociedad es a través de nuestra conducta. Pablo nos exhorta a iluminar, a brillar en medio de las tinieblas. Entonces, afectamos a nuestra nación cuando brillamos en medio de una sociedad perversa y lo hacemos cuando nuestra conducta, todo lo que hacemos (Fil. 2:14-16).
La tercera forma, es a través de nuestra predicación (Mt. 10:16-20). Nosotros somos portadores del único mensaje capaz de transformar el corazón del hombre. El evangelio de Jesucristo es el único capaz de ser agente de cambio, y no el socialismo, ni el Estado presente ni la justicia social. No debemos tener una visión utópica del mundo, ni siquiera si viene de Naciones Unidas mediante la aplicación de los objetivos de la Agenda 2030. El Evangelio de Jesucristo siempre fue en contra de la corriente y de las agendas del mundo. Lo fue en el pasado con Nerón y lo continua siendo hoy. Por tanto, es normal que de la misma forma esto nos lleve a confrontar a los líderes políticos de nuestro tiempo. Por ende, no debemos temer sino, seguir predicando. En medio de la confrontación, si somos fieles en predicar a Cristo, tenemos la promesa de que no seremos nosotros sino Dios hablando por medio de nosotros.
Finalmente, ejercemos influencia en la sociedad a través de nuestra elección. En este sentido, una premisa debe ser prioritaria: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. Pedro y Juan, a pesar de las presiones políticas y religiosas, predicaron a Jesús resucitado, hasta que finalmente fueron detenidos (Hch. 5). El problema político de la mayoría de las democracias latinoamericanas, y por ende de sus ciudadanos; es que tenemos poco o ningún temor de Dios, pero sí tenemos temor a los hombres. Mientras que muchos cristianos tienden a desinteresarse de la cuestión política, muchos otros tienden a poner primero a los hombres antes que a Dios.
De esta manera, el cristiano no debe deificar ni al Estado, ni a los hombres, ni a presuntos salvadores ni mucho menos a agendas utópicas. Los cristianos no deben tener su fidelidad y lealtad a partidos políticos sino a principios, esto es, a los principios que están expresados en la Escritura. Así que, frente al avance del socialismo, urge que los cristianos retornemos y nos aferremos a la cosmovisión bíblica. Frente a tal ideología atea, inmoral y anti cristianasos los cristianos haría muy bien considerar votar por partidos y/o candidatos que estén a favor de la vida frente a cualquier intento de legalizar la muerte; la libertad frente a cualquier intento de control y control del Estado; y la familia frente a cualquier intento de atacar, saquear, robar o destruir a la familia y el hogar tradicional.
Las sociedades se pueden transformar y cambiar; y los agentes responsables de esa transformación son los creyentes, los hijos de Dios: los cristianos llamados a ser fieles, íntegros y comprometidos con los principios expresados en la Escritura. De hecho, esto ya ha ocurrido en el pasado. Los primeros siglos de la historia de la iglesia fueron testigos de cristianos fieles que, sin importar el costo, entregaron sus vidas con tal de llevar la verdad del Evangelio frente a un imperio hostil que quería imponer de manera universal la divinidad del César.
Nada ha cambiado desde entonces. El Estatismo divulgado por Marx y viejos líderes socialista del pasado es solo una antigua y arcaica forma de reemplazar a Dios por el Estado. Los cristianos tenemos una gran tarea y un gran deber. Debemos cumplir nuestro papel de ser sal y luz. El futuro está en nuestras manos. El Señor nos ayude a ser fieles a Él.
Fuentes:
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Frederick Engels, Confesión, 1868, MECW, Vol. 43, p. 541.
José Mercado, El falso evangelio del marxismo cultural, Coalición por el Evangelio, 17 de Julio de 2020.
R.C. Sproul, Estatismo, Contra-Mundum, traducido por Alberto Mansueti, 1 de Septiembre de 2008.
Larry Alex Taunton, Karl Marx vs. Charles Spurgeon, Founders Ministries - Lumbrera, 17 de Febrero de 2021.
Anthony Wood, Justicia Social y Marxismo para la gente común, Evangelio Blog, 9 de Enero de 2021.
Phil Johnson, La declaración sobre la justicia social y el Evangelio explicada, Evangelio Blog, 3 de Octubre de 2018.
John MacArthur, La Injusticia de la Justicia Social, Gracia a Vosotros, 07 de Septiembre de 2018.
Martyn Lloyd-Jones, No contra sangre y carne, Editorial Faro de Gracia, 2020, pág. 38.
Richard Wurmbrand, El Marx desconocido, Crossway Books, 1986, pp.157-159.
Paul Enns, Compendio Portavoz de Teología, Editorial Portavoz, 2020, pp. 617-624. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
César Vidal, El legado de la reforma, Editorial Jucum, 2017, pp. 215-255. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
Joshua Enior Jiménez, Spurgeon contra el Socialismo, Evangelio Real, 28 de Febrero de 2019.
Joshua Enior Jiménez, Cuando el socialismo no alcance, Evangelio Real, 17 de Mayo de 2019.
Joshua Enior Jiménez, El socialismo tomando el control global, Evangelio Real, 01 de Mayo de 2019.
Mike Gutiérrez, La iglesia contra el socialismo, Evangelio Real, 10 de Marzo de 2019.
Hugo Marcelo Balderrama, El peligro del socialismo para la humanidad, Evangelio Real, 09 de Marzo de 2019.
Hugo Marcelo Balderrama, El cristianismo y la falsa redestribución de la riqueza, Evangelio Real, 07 de Noviembre de 2019.
Evangelio Real Blog, El socialismo contra el cristianismo, Evangelio Real, 06 de Noviembre de 2018.
Evangelio Real Blog, El Socialismo un sistema diabólico, Evangelio Real, 28 de Febrero de 2019.
Lizandro Guzman, Fe Y Política, YouVersion Plan, Iglesia Cristiana Nuevos Comienzos, App Bible.com
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