Según Génesis, Dios creó al ser humano del polvo de la tierra. En 1929, el astrónomo Harlow Shapley dijo que los seres humanos estábamos hechos de la misma materia de las estrellas. Actualmente, la astronomía y la cosmología creen que las estrellas son las fábricas de todos los átomos que constituyen la materia. Es decir, las estrellas producen carbono, silicio, aluminio, hierro, etc; y se cree que estos elementos pudieron agruparse después en forma de planetas como la Tierra. Sin embargo, cuando se analiza detalladamente la estructura íntima de un simple átomo sorprenden el orden, la precisión, la previsión y el designio que evidencia. Si nos maravilla la física cuántica, ¿qué diremos, pues, de la información y la programación que existe en el ADN, que es capaz de convertir una célula microscópica en un ser humano?
“Cómo podemos imaginarnos el origen de los átomos? ¿Qué fuerza impulsa a los electrones alrededor de su núcleo de neutrones? ¿Por qué razón se han agrupado de formas diferentes para formar diversas clases de materia física? Hoy sabemos que los átomos son verdaderos sistemas planetarios en miniatura. Cuanto más profundizamos en el conocimiento de la materia, más y más admirable se hace el Creador”. Samuel Vila (Profesor de Ciencias, pastor, fundador de iglesias y defensor de la libertad religiosa)
El código genético
A principios del siglo XX no cabía la posibilidad de que la molécula del ADN fuera la fuente de la información necesario para ser la portadora de la herencia. Sin embargo, a mediados de los 40 estas ideas comenzaron a desmoronarse gracias a Erwin Chargaff, quien demostró que las frecuencias de las bases nitrogenadas que conforman el ADN podían diferir entre una especia a otra.
Es decir, las cuatro bases del ADN (A, T, C y G) contienen la información biológica necesaria para formar cualquier especie. Osea, las cuatro letras se comportan como letras de un alfabeto que forman diferentes genes con un significado diferente. ¿Es razonable que dicha información biológica codificada, con instrucciones precisas de formar desde un microbio hasta un ser humano, se haya formado por casualidad, al azar sin ninguna planificación inteligente?
No fue el azar
No es posible explicar el origen de la información del ADN desde el naturismo ateo. La mayor parte de los estudiosos del origen de la vida creen que resulta matemáticamente imposible que esta se originara exclusivamente como consecuencia de la casualidad.
El caldo primitivo
Muchos investigadores han venido creyendo en misteriosas fuerzas de la naturaleza que hubieran tenido la voluntad de ejercer una selección natural de los componentes químicos favorables para la vida. En este sentido, han propuesto numerosas hipótesis, entre ellas la del caldo primitivo, que en lugar de resolver el problema logran complicar más aun la idea del azar. Se trata de una cuestión que la ciencia no ha podido responder.
El diseño inteligente
Luego del fracaso de innumerables hipótesis naturistas, algunos científicos pensaron más tarde que quizas existía algún tipo de enlace misterioso todavía no descubierto capaz de poder formar el ADN. Sin embargo, luego de mucho estudio, los actuales conocimientos de la bioquímica demuestran que no existen tales fuerzas misteriosas. Aún así, no se dieron por vencidos y presentaron a la molécula del ARN como posible candidato capaz de generar la vida. No obstante, lo único que hizo fue complicar exponencialmente el problema; demostrando que solo fue un último intento desesperado de salvar la teoría de la evolución química de la vida.
Fue así como los científicos actuales han comenzado a considerar la hipótesis más lógica y plausible: el diseño del ADN por parte de una mente inteligente.
Nuestra experiencia humana nos sugiere que la creación de información está siempre relacionada con la actividad de una conciencia inteligente. ¿De dónde surge la información genética? ¿Por qué no contemplar la posibilidad de que esta se originara a partir de una mente inteligente, como la del Dios creador de la Biblia? Si el origen del ADN y de la vida fue un milagro de la creación a partir de la nada, entonces está fuera de las posibilidades de la ciencia humana.
Aparte de las Escrituras, desde la razón misma se puede concluir que, en efecto, se trata de un acto de creación divina. Esto se debe principalmente a que todos los seres vivos muestran evidencias claras de haber sido diseñados por una mente sabia. Es por ello que existe cierta resonancia entre la mente humana y la mente que creó el universo. Estamos diseñados para vivir en comunión con nuestro Creador. Sin embargo, aquí se detiene la ciencia para cederle camino a la revelación bíblica y a la teología.
¿Qué llevó en el 2004 a Antony Flew, el representante principal del ateísmo filosófico de la segunda mitad del siglo XX, a creer en Dios? Entre otras cosas, la existencia de una “química codificada” en los seres vivos. A sus 84 años reconoció la
existencia de un Dios sabio que ha creado el universo y la vida.
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Fuente:
Antonio Cruz, Introducción a la apologética cristiana, Editorial Clie, 2021, pp. 131-141. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
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