El libro de los Hechos narra la historia del progreso del evangelio bajo el gobierno de Cristo a través de su Iglesia, mediante el ministerio de Sus apóstoles. Sin embargo, en Hechos 15, Lucas dirige nuestra atención reiteradamente al papel de los apóstoles y los ancianos en el Concilio de Jerusalén. Parece que Lucas pretende mostrarnos que dentro de la Iglesia primitiva se está produciendo una transición del liderazgo a manos de los ancianos (20:17-38). Junto a los apóstoles, ellos tienen ahora la responsabilidad de decidir sobre el asunto en cuestión.
El episodio del Concilio de Jerusalén relata uno de los conflictos que tuvo que enfrentar la Iglesia primitiva y nos enseña el modo en que Dios guió a los líderes autorizados de la iglesia a través de un proceso de debate y deliberación para que tomaran una decisión que, meditando en el desarrollo del plan de salvación de Dios, al final contribuyó a que el evangelio siguiera avanzando entre los judíos y gentiles.
“ 5Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés. 6Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. 22Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos varones y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones principales entre los hermanos; 23y escribir por conducto de ellos: Los apóstoles y los ancianos y los hermanos, a los hermanos de entre los gentiles que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia, salud.24Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley, ... 28Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: 29que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien”. Hechos de los Apóstoles (15:5-6,22-24,28-29)
LOS GENTILES ENTRAN AL PACTO
El nacimiento de la Iglesia trajo consigo la incorporación de las naciones no judías al pueblo de Dios. Cristo es el Señor resucitado y ascendido de todos los pueblos (Hch. 10:36). Las bendiciones del pacto de Dios no son solo para el pueblo judío, sino también para todos los no judíos que creen en Cristo. En Hechos, esto es evidente por primera vez con el centurión romano Cornelio (Hch. 10-11; Gá. 3:13-14). Sin embargo, la entrada de los gentiles al pueblo de Dios planteó muchas preguntas para la primera generación de cristianos...
Las Escrituras, primero
Pedro argumentó que la decisión de la iglesia sobre este asunto debe ser coherente al plan de salvación de Dios expresada en su Palabra. Dios mismo había revelado Su plan a través de Sus voceros autorizados: los apóstoles y los profetas; por lo que la Palabra de Dios se pronuncia en el concilio a través del mismo apóstol Pedro. Pedro le recuerda al concilio que Dios había decidido hablar a los gentiles a través de sus propios labios, que había hecho que los gentiles oyeran y creyeran el evangelio (15:7), y que había atestiguado que la conversión de los gentiles era real «dándoles el Espíritu Santo», la señal certera del favor y la bendición divina. Por lo tanto, según Pedro, añadir más requisitos para obtener la salvación (como la circuncisión y el guardar la ley) equivalía a tentar a Dios (v. 10). De este modo, aunque los líderes de la iglesia fueron quienes tomaron la decisión perentoria del Concilio de Jerusalén, la tomaron sobre la base misma de la Palabra de Dios, la autoridad suprema.
Ley, gracia y libertad
Como Dios había salvado a los gentiles por Su gracia, sin considerar su obediencia a la ley de Moisés, el Concilio no tenía autoridad para inquietarlos forzándolos a circuncidarse y guardar la ley como requisitos para la salvación (Hch. 15:19, 24). En cambio, el concilio decretó que los cristianos gentiles se abstuvieran «de cosas contaminadas por los ídolos, de fornicación, de lo estrangulado y de sangre» (v. 20). Dichas prohibiciones, paradójicamente, están tomadas de Levítico 17 y 18, aunque están dirigidas de forma específica a los gentiles que «viven en medio» de Israel, pero que no necesariamente son prosélitos. La decisión del concilio refleja una comprensión teológica profunda sobre la naturaleza del evangelio y la libertad de la ley que este trae. Por un lado, el concilio reconoce que los gentiles son salvos por la gracia sola y prohíbe imponerles la carga de la ley mosaica. Pero, por otro, al abstenerse de lo prohibido en Hechos 15:20, los cristianos gentiles evitarían poner piedras de tropiezo sus vecinos judíos.
El Decreto Apostólico
La carta redactada en Hechos 15:22-29, también conocida como el Decreto Apostólico, resume la decisión del Concilio de Jerusalén. Como el decreto fue redactado por los líderes autorizados de la iglesia en conformidad al propósito salvador de Dios y bajo la autoridad suprema de la Palabra de Dios, su autoridad era decisiva. Cuando el decreto llegó a sus destinatarios en Antioquía, produjo regocijo, ánimo, fortaleza y paz (15:31-33). Finalmente, el decreto siguió su curso más allá de Antioquía y alcanzó otras iglesias gentiles. Hechos 16:5 menciona el resultado: «Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y diariamente crecían en número».
El Concilio
La enseñanza falsa inquieta y perturba a la iglesia (15:24). Hechos 15 es un ejemplo del camino al que se debe recurrir cuando la inquietud causada por las falsas enseñanzas alcanza proporciones epidémicas. A lo largo de su historia, la iglesia ha seguido el ejemplo de Hechos 15 en muchas ocasiones. No solo podemos mencionar los concilios ecuménicos de Nicea, Constantinopla, Éfeso, Calcedonia, etc., sino también, por ejemplo, la Asamblea de Westminster. Cuando la iglesia ha seguido el ejemplo del Concilio de Jerusalén, ha descubierto que los concilios son un medio ordenado por Dios para promover la paz y la pureza de la iglesia, además del avance del evangelio para la mayor gloria de Dios.
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Fuentes:
1. Justo L. Gonzales, Historia del Cristianismo, Editorial Unilit, 1994; pp. 10-19, 36-37, 80-81. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
2. Brandon D. Crowe, El momento crucial de la historia mundial: La resurrección según Hechos, Coalición por
el Evangelio; 10 abril 2020.
3. Scott Swain, Hechos de los Apóstoles: El Concilio de Jerusalén, Tabletalk Magazine, Ligonier Ministries; 29 noviembre, 2022.
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