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Foto del escritorEric Mansilla

El misterio de la conciencia humana


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La conciencia humana es el gran reto de la ciencia actual. Francis Crick, quién era ateo y profesaba el naturalismo, se quejaba de la poca importancia que los científicos han prestado al estudio de la conciencia. La conciencia humana es algo más que células nerviosas. Y este “algo más” trasciende la materia, es decir, es de naturaleza espiritual, por lo que se escapa a toda verificación empírica.


Ahora bien, ¿dónde se sitúa la mente? ¿Cuál es la sede de la conciencia humana? Estas son preguntas que la ciencia aun no ha logrado responder...


“Como el problema de la consciencia tiene una importancia capital, y como la consciencia aparenta ser tan misteriosa, podría esperarse que los psicólogos y los neurocientíficos dirigieran hoy sus mayores esfuerzos hacia su comprensión. Sin embargo; la mayoría de los psicólogos modernos omiten cualquier mención al asunto. Aunque buena parte de lo que ellos estudian entra en el ámbito de la consciencia, la mayoría de los neurocientíficos modernos la ignoran”. Francis Crick (Físico, biólogo molecular y neurocientífico británico)

El misterio de la mente


La ciencia va revelando poco a poco la extrema complejidad del cerebro humano, que está formado por miles de millones de células nerviosas o neuronas. Éstas, están conectadas entre sí formando una inmensa red de billones de uniones. Todavía se ignoran muchos de los procesos químicos que ocurren entre tales uniones cuando por ejemplo, sentimos, pensamos, recordamos o imaginamos. Cuando se descubrió la inmensidad del cosmos, nunca se hubiese pensado que la cosmología física sería mucho menos compleja que la que existe en nuestro pequeño pero misterioso cerebro.

La neurociencia


No obstante, actualmente existen muchos investigadores y filósofos que creen que la ciencia es absolutamente incapaz de penetrar en el reino de la experiencia subjetiva: el de la conciencia. Según tales autores, el hombre no puede resolver el problema mente-cuerpo, sencillamente, porque está más allá de sus capacidades cognoscitivas. Lo único que puede hacer la neurobiología es suministrar un mapa detallado de los procesos físicos y químicos relacionados con los distintos estados subjetivos, pero no puede resolver el problema de la relación que existe entre el cerebro y la conciencia. Es sabido que sin cerebro no hay conciencia, pero la conciencia no es el cerebro. ¿En qué consisten entonces estos procesos mentales superiores? No se sabe.


El alma


El ferviente neurocientífico británico, John Eccles, que fue galardonado con el premio Nobel de 1963, por sus investigaciones acerca de la transmisión neural, concluye que “la mente autoconsciente ocupa una posición superior sobre el cerebro” y que “tiene que haber un yo más íntimo, que sobrevive a la muerte del cerebro para acceder a alguna otra existencia que está completamente más allá de cualquier cosa que podamos imaginar”. Según Eccles, esto se puede identificar con el concepto religioso de alma. Es evidente que Eccles, aunque evolucionista, es creyente en el Dios creador del universo, la vida y el ser humano.



John Eccles
El premio Nobel, John Eccles

La realidad del alma


¿Tiene sentido hablar de un alma totalmente separada del cuerpo físico? La ciencia tiene poco que aportar al concepto de alma. No obstante, el alma existe como una realidad que denota aquello que podría llamarse el “yo real” de la persona. Y este “yo real” no puede confundirse con la materia corporal que está continuamente cambiando y envejeciendo, ni con el cerebro. En la teología, el alma no se concibe como una cosa separada del cuerpo; por el contrario, se considera al ser humano como una unidad formada por un cuerpo material y un alma o espíritu inmaterial, trascendente, que proviene de Dios.


La concepción bíblica del alma está siempre referida a la resurrección futura del cuerpo y, tras ella, a una nueva corporeidad de las almas; ya sea para vida eterna o para condenación perpetua.


La conciencia viene de Dios


Los seres humanos somos conscientes y, además, somos conscientes de que somos conscientes. Nadie puede negar esta realidad. Cuando observamos la naturaleza de las neuronas, vemos que las propiedades físicas de estas células nerviosas no ofrecen ninguna razón para creer que sean capaces de producir conciencia. No existe allí ninguna producción de conciencia. Solo una fe ciega e infundada en la materia permite creer que ciertos trozos de ella pueden “crear” una nueva realidad, la conciencia, que no tiene el menor parecido con la materia. Los ordenadores pueden resolver problemas pero no saben lo que están haciendo. No son “conscientes” de lo que resuelven. Esta es la diferencia fundamental entre las máquinas y las personas. La mayor parte de los teóricos del nuevo ateísmo reconoce que no poseen una explicación satisfactoria para el problema de la conciencia. La conciencia no puede ser explicada sin Dios.


Para los judíos de la época de Jesús, como para él mismo, la inmortalidad era concebida como la resurrección del cuerpo. El famoso teólogo, Karl Barth dice: “¿Cuál es el significado de la esperanza cristiana en esta vida?: la resurrección del cuerpo”.


"¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él". 1 Tesalonicenses 4:14

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Fuente:

1. Antonio Cruz, Dios, Ciencia y Conciencia, Editorial Clie, 2018, pp. 1-10. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ

2. Antonio Cruz, A Dios por el ADN, Editorial Clie, 2018, pp. 100-195. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ

3. Antonio Cruz, La Ciencia, ¿encuentra a Dios?, Editorial Clie, 2004, pp. 305-311. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ









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