Vivimos en un tiempo en el que la persona de Jesucristo es objeto de gran controversia. Sin embargo, esto no es algo nuevo. En el siglo IV, la controversia arriana precipitó el Concilio de Nicea, y otra controversia provocó en el 451 d.C. el Concilio de Calcedonia. El siglo XIX fue testigo de la llegada del liberalismo teológico y el siglo XX trajo innumerables movimientos que buscaron y continúan buscando definir a Cristo sin considerar la verdad expresada en las Escrituras.
Sin embargo, la Biblia habla tanto de la deidad como de la humanidad de Cristo. La persona de Jesucristo es plenamente divina y completamente humana. La Iglesia Primitiva así lo creyó y sin ningún intento de ir más alla, así lo oficializó en Calcedonia. Veamos brevemente en que consiste la doble naturaleza de Jesucristo.
“El Hijo de Dios, la segunda persona de la Trinidad, siendo verdadero y eterno Dios, igual y de una sustancia con el Padre, habiendo llegado la plenitud del tiempo, tomó sobre sí la naturaleza humana con todas sus propiedades esenciales y con sus debilidades comunes, mas sin pecado. Fue concebido por el poder del Espírtu Santo en el vientre de la Virgen María, de la sustancia de ella. Así que, dos naturalezas completas, perfectas y distintas, la divina y la humana, se unieron separablemente en una persona, pero sin conversión, composición o confusión alguna. Esta persona es verdadero Dios y verdadero hombre, un solo Cristo, el único mediador entre Dios y el hombre”. Confesión de fe de Westminster (Cap. VIII, No 2)
UN ÚNICO DIOS EN TRES PERSONAS
La unión de las dos naturalezas de Cristo en una sola persona es un misterio que no podemos comprender del todo y, por esa razón, a menudo es negado. Sin embargo, es un principio que la Iglesia primitiva defendió desde el principio. J.I. Packer explicó que la encarnación de Cristo consiste en dos misterios en uno: la pluralidad de personas en la unidad de Dios y la unión de la Deidad y humanidad en la persona de Jesús. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, los escritores bíblicos hacen referencia a las distinciones entre las personas de la Deidad. Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo aparecen como personas distintas con funciones individuales.
Su Deidad
La llegada de Dios Hijo a la tierra, en la encarnación, demuestra su preexistencia anterior en el cielo. La segunda persona de la Trinidad existió antes de la creación del universo. De hecho la Biblia lo identifica como el Creador (Jn.1:3; 1:10; 1Co.8:6; Col.1:16-17; He.1:2,10).
Dios el Hijo es eterno en su naturaleza y existencia (Jn.1: He.1:10-12; Sal. 102:25-27). Isaías le adscribe a Él los títulos de “Poderoso Dios” e indica que la encarnación del Dios-hombre no solo consistía en el nacimiento de un niño, sino también en la concesión de un hijo (Is.9:6).
Jesucristo siempre ha existido, desde la eternidad pasada, como el Hijo de Dios. En la cultura judía del siglo I, se estimaba que el hijo de un dignatario adulto era igual en estatus, derechos y privilegios que el padre. De hecho, los líderes judíos lo entendieron. En Juan 5:18 lo acusaron de blasfemia y buscaron matarle dado que “decía que Dios era su Padre, haciéndose igual a Dios”.
Su humanidad
La Biblia menciona muchos títulos distintos para Jesús en su humanidad. La simiente de la mujer (Gn. 3:15; Gá. 4:4). El Mesías (Sal. 2:2; Jn. 1:41; 4:25; Hch. 18:28). Jesús (Mt. 1:21). Hijo de David (Mt. 12:23...). Maestro (Jn. 3:2). Mediador (1 Ti. 2:5-6). Abogado (1 Jn. 2:1).
La humanidad de Jesús es demostrada en el hecho que Él fue nacido como un bebe de una madre humana (Lc.2:7; Gá. 4:4), en que Él sintió cansancio (Jn.4:6), sed (Jn.19:28), y hambre (Mt.4:2); y que Él experimento todo el rango de emociones humanas como maravillarse, llorar, y sentir dolor (Mt.8:10; Jn.11:35). Él vivió en la tierra justo como nosotros lo hacemos y, aunque Él fue tentado en todo, nunca cometió pecado (Heb.4:15). Estas fueron las credenciales que le permitieron ejercer su triple oficio como profeta, sacerdote y rey, a fin de no solo representar e identificarse con la raza humana como el Nuevo Adán, sino también para ser el único mediador entre Dios y los hombres.
La unión hipostática
La palabra hypostasis en griego, significa ser. Existe una unión. La unión de las dos naturalezas de Cristo es una unión en una sola persona o ser. La Biblia nos dice que Jesús se hizo humano para que se identificara con las luchas y los dolores humanos (Heb. 2:17) y para que se convirtiera en un sumo sacerdote espiritual para nosotros (Heb. 4:14-15, 9: 11-12). Un mediador entre Dios y el hombre, asegurando nuestra redención. Él murió en la cruz para expiar los pecados de aquellos que creen (Jn. 3:16; Fil. 2:5-11) y necesitaba un cuerpo humano para que él pudiera morir. La unión hipostática enseña que Jesús es humano y divino a la perfección. Ninguna de las dos naturalezas es disminuida por la otra, y él es una persona completa y eterna.
Jesús Dios-Hombre
El valor del Concilio de Calcedonia es doble. Primero está la afirmación bíblica que todo cristiano debería hacer: Cristo es verdaderamente humano y verdaderamente divino. Segundo; cuando la iglesia trata de explicar la naturaleza de su unidad suele recurrir a negaciones, acercándose así a fronteras que no debemos traspasar, fronteras que nos presentan las herejías de nuestra mayor preferencia.
Aun así, la iglesia ha intentado definir la relación entre la naturaleza divina de Jesús y su naturaleza humana, lo que produjo numerosas ideas heréticas que, o comprometían la naturaleza divina de Jesús o reducían el significado de su humanidad.
Solo una persona en toda la historia humana ha sido Dios encarnado, Cristo, y el misterio de su encarnación está más allá de nuestra plena compresión.
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Fuentes:
1. L. Berkhof, Teología Sistemática, Editorial Libros Desafío, pp. 361-393. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
2. Wayne Grudem, Teología Sistemática, Editorial Vida, pp 533-594. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
3. John MacArthur, Teología Sistemática, Editorial Portavoz, pp. 241-274. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
4. R. C. Sproul, Todos somos teólogos, Editorial Mundo Hispano, pp 143-147.CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
5. Charles Hodge, Teología Sistemática, Editorial Clie, pp. 553-600. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
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