No hay otra obra escrita que haya sido tan atacada, analizada y perseguida como los libros de la Biblia. Desde emperadores, monarcas y dictadores que intentaron destruir las palabras de la Escritura (por ejemplo, las persecuciones bajo Diocleciano en el siglo IV, la Rusia comunista y la China socialista en la actualidad); hasta intentos intelectuales por desacreditar su contenido (por ejemplo, el racionalismo de los siglos XVIII y XIX y el posmodernismo del siglo XXI), la Biblia ha resistido toda forma de persecución.
“Más de mil veces se ha pronunciado la sentencia de muerte de la Biblia, se ha formado el cortejo fúnebre, se ha grabado la inscripción para la lápida, se ha redactado el servicio de entierro. ¡Pero el cadáver no se queda en su ataúd! Ningún otro libro ha sido tan picado, acuchillado, zarandeado, escudriñado o difamado. ¿Qué libro de filosofía, religión o psicología, o qué obra de las belles lettres sea clásica o moderna, ha sido objeto de tantos ataques como la Biblia? ¿Con tanto veneno y escepticismo? ¿Con tanta minuciosidad y erudición? ¿En cada capítulo, cada línea y precepto?”. Bernard Rarmm (Antiguo profesor de Religión,Universidad de Baylor, Texas)
Las persecuciones
Rochunga Pudaite, fundador de Bibles for the World, recalca las medidas extremas a las que recurrían algunas sociedades del pasado, que se oponían al cristianismo. Podríamos citar dos ejemplos de intentos por destruir la Biblia:
Diocleciano se convirtió en César del Imperio Romano en el año 284. Durante los primeros diecinueve años de su gobierno los cristianos descansaron de la persecución. No obstante, bajo la influencia de su cruel cuñado, Diocleciano promulgó cuatro rigurosos edictos. El primero requería la destrucción de todos los lugares de culto y la quema de todos los libros cristianos.
Esta orden también privaba a los cristianos de todos los honores y de sus derechos como ciudadanos. El segundo requería el encarcelamiento y encadenamiento de los pastores y oficiales de la iglesia. El tercero, ofrecía que los prisioneros cristianos serían puestos en libertad si ofrecían sacrificios al emperador y a otros dioses romanos. El cuarto, promulgado en 304 d.C., ordenaba que cada habitante del imperio ofreciera sacrificios y ofrendas a los dioses paganos, so pena de sufrir tortura y muerte.
Se destruyeron iglesias por todo el imperio; todas las Biblias y escritos que se pudieron encontrar fueron quemados en actos públicos; hombres, mujeres y niños cristianos fueron torturados, echados a bestias salvajes o murieron quemados.
El comunismo acabó eclipsando al resto de enemigos de la Biblia. Tanto Lenin como Marx predijeron que la Biblia se convertiría en una simple reliquia en una nueva sociedad sin clases y atea. Los países vecinos fueron anexados al imperio soviético, se negó toda libertad religiosa, se expulsó a los misioneros, se confiscaron Biblias y las iglesias se transformaron en museos o bien se cerraron.
Millones de ciudadanos, entre ellos muchos cristianos, murieron en las sangrientas purgas estalinistas de los años 1930 y 1940. En un pueblo tras otro, se convocaba a los habitantes a reuniones masivas y se les preguntaba: “¿Estás con los marxistas o con los creyentes?”. Los que respondían que con los creyentes eran metidos en vagones como ganado hacia Siberia...
La crítica racionalista
A pesar del escepticismo intelectual que comenzó a extenderse en el siglo XVII, y que todavía se propaga por la cultura actual, junto con las nuevas teologías liberales y posmodernas que cuestionan incluso las mismas bases de las doctrinas
fundamentales de la fe cristiana ortodoxa-; aun así, la Biblia (y su visión de la realidad) continúa siendo hoy tan viable intelectualmente como lo fue durante el tiempo de su composición.
La Biblia no solo ha resistido estos ataques de un mundo escéptico, sino que la cosmovisión cristiana que ésta defiende ha experimentado una revitalización en años recientes gracias al resurgimiento de los estudios académicos en diferentes disciplinas como la crítica textual, la arqueología, la antropología, las ciencias naturales y la filosofía.
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Fuente:
John y Sean McDowell, Evidencia que demanda un veredicto, Editorial Mundo Hispano, pp. 15-17. CONSIGUE EL LIBRO AQUÍ
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