Esta es la sexta parte de María: la construcción de un mito, una miniserie sobre los puntos más importantes de la Mariología católica apostólica romana.
El papa Pio XII en 1950, afirmó que la enseñanza de la Ascensión de María es una enseñanza infalible de la Iglesia Católica. Si bien el 15 de agosto se celebra en el mundo católico la Asunción de María a los cielos, para ser honestos con las fuentes históricas, la ausencia de referencias a la Asunción de María no solo se halla en el Nuevo Testamento, sino también en los escritos cristianos de los primeros siglos. De hecho, en Oriente, la festividad relacionada con este suceso no se instituyó hasta el siglo VI. Además, tardó por lo menos un siglo en ser aceptada en Occidente. Con todo, el tema fue objeto de controversia hasta el siglo IX, cuando una obra presentada falsamente bajo el nombre de Agustín de Hipona zanjó la discusión a favor de la celebración de la fiesta.
"La actitud Católica Romana hacia María representa muchas cosas que son problemáticas en la fe Romana. Su enseñanza sobre María va mucho más allá de lo que la Escritura avala, representando doctrinas de hombres. Además, su enseñanza sobre María ataca el fundamento de la creencia protestante sobre la salvación—la justificación por medio de Cristo únicamente. Los protestantes deben continuar sosteniendo firmemente la doctrina de Solus Cristus". R.C. Sproul
La creación del dogma
Aunque se puede decir que desde esa fecha el asunto no volvió a ser debatido en la Iglesia Católica ni en las iglesias orientales, lo cierto es que hasta el 1 de noviembre de 1950 el papa Pío XII no definió tal creencia como dogma. El papa Pio XII en 1950, afirmó que la enseñanza de la asunción de María es una enseñanza infalible de la Iglesia Católica. Esta declaración tiene solamente un elemento verdadero: “lo que ha sido definido por nosotros”. Esta es la raíz de esta enseñanza. Es una doctrina inventada y definida por hombres sin sustento bíblico. Muy bien hizo el papa Pio XII en decir que esto era algo definido por él y sus colegas, pero no enseñado en las Escrituras. La Biblia no afirma que María haya resucitado y haya ascendido a los cielos en un cuerpo nuevo. Por lo tanto es una enseñanza falsa y digna de ser rechazada.
El historiador se enfrenta a problemas insolubles al estudiar científicamente esta doctrina. Para empezar, y en esto coinciden los católicos instruidos, no hay ni el más mínimo rastro de la misma en la Biblia. Además, no tenemos noticia de ella hasta el principio de la Edad Media.
De nuevo surge una lógica pregunta: ¿cómo puede una enseñanza considerada tan esencial por la teología católica y oriental estar ausente de la Escritura y de las fuentes históricas relacionadas con el cristianismo primitivo de los primeros siglos? Aún más, ¿cómo puede armonizarse con afirmaciones como las de Pablo en 1 Corintios 15:23, donde se dice que los creyentes en Cristo, entre los cuales seguramente podemos incluir a María, no resucitarán hasta Su Segunda Venida? Nuevamente, el origen de esta doctrina debe descubrirse en lugares que para muchos pueden resultar insospechados pero que cuentan con respaldo en las fuentes históricas.
El origen de la creencia
La festividad de la Asunción de María hunde sus raíces en el Evangelio apócrifo de Juan y en el libro denominado Tránsito de María o Dormición de la Santísima Madre de Dios. La primera de las obras citadas debe ser datada entre finales del siglo IV y los años 550-580. La segunda alrededor de los siglos IV y V d.C. Sin embargo, su precedente más antiguo se halla en un escrito de finales del siglo II o, más seguramente, de inicios del III: los Hechos apócrifos de Juan, atribuidos a Leucio. Leucio fue señalado como hereje por algunos de los padres griegos posteriores. El relato presenta una serie de elementos heréticos cuya huella no puede negarse.
Dada la posible fecha de redacción del relato, se tiene la sensación de que una de las razones que lo motivó fue el deseo de tranquilizar a los ebionitas, quienes daban mucha importancia al cuerpo de María, acerca del destino final de este. Diversos sitios relacionados sentimentalmente con ella, que eran lugares de reunión y culto judeocristiano, habían sido profanados por el emperador Adriano durante la guerra contra los judíos de inicios del siglo II d.C.
Una aplicación práctica
Los creyentes en los dogmas católicos de María necesitan conocer el Evangelio de Jesucristo y someterse no a las enseñanzas de hombres, sino bajo la poderosa autoridad de las Escrituras. Un católico debe abandonar cualquier acto de idolatría hacia María y rendirse en adoración hacia Jesucristo, no buscando obtener su Salvación por sus propias obras, sino solo por la fe en Jesucristo.
La Biblia es la Palabra inerrante e infalible de Dios, y hacemos bien en investigarla en profundidad. En ella, y no en las enseñanzas de los hombres, podemos conocer los tres principios para hallar Salvación:
Dios es Santo. El Creador de todo es diferente a nosotros (Gn 1:1), completamente apartado del pecado (1 Jn 1:5, Matt 5:48), y requiere perfecta obediencia a su Ley (Stg 2:10). El cometer idolatría es un pecado ante los ojos de Dios.
Todo hombre ha roto la Ley de Dios, y eso nos incluye a ti y a mí. No hay ni una sola persona completamente buena sobre la tierra (Rom 3:10, 23), todo ser humano ha fallado y debe pagar el precio eterno por el pecado cometido (Rom 6:23). Sin embargo, ningún hombre puede salvarse por sí mismo por medio de sus buenas obras (Ef 2:8-9, Tit 3:5).
Jesucristo, Dios hecho hombre vino, a pagar el precio del pecado (Col 2:9). Por el amor de Dios hacia su creación y amor a s propio nombre, Jesucristo vino y vivió una vida perfecta, murió en la cruz, resucitó venciendo la muerte y el pecado y saldó la deuda de todo aquel que se arrepienta y crea en El. Solo Él es el camino la verdad y la vida (Jn 14:6). No puedes creer en Jesucristo correctamente y al mismo tiempo pensar que María es tu corredentora. (Isa 55:7, Lc 9:23, Rom 10:9).
Últimas palabras
Una vez más, los herejes ebionitas articulaban la defensa de sus creencias en torno a la mentira histórica. Una vez más, la evidencia irrefutable de las fuentes históricas resulta punzantemente dolorosa, pero rigurosamente exacta. El dogma de la Asunción de María arrancó de una secta herética; se transmitió inicialmente gracias al hereje Leucio, se popularizó mediante escritos falsamente atribuidos a apóstoles que no los respaldaban en realidad, se impuso finalmente gracias a una falsificación del siglo IX y fue consagrada como dogma por un papa del siglo XX.
El análisis de las fuentes históricas relacionadas con la creencia en la Asunción de María dista de ser una doctrina asentada en la Escritura. Tampoco puede decirse que se tratara de una creencia común entre los primeros cristianos. Las primeras obras que contienen referencias a la misma son de inicios de la Edad Media y tardaron en influir en la liturgia cristiana varios siglos. No solo eso, la discusión quedó zanjada solo en el siglo XI en virtud de un escrito falsamente atribuido a Agustín de Hipona. Sin duda, no es ese el trasfondo que uno esperaría de una enseñanza revelada por Dios.
Fuentes:
R.C.Sproul, ¿Estamos Juntos en Verdad?, Publicaciones Faro de Gracia, 2015, pp.103-117
Martin Jugie, La mort et l'assomption de la Sainte Vierge, Biblioteca Apostolica Vaticana, 1944, pp. 291-321.
César Vidal, El mito de María, Editorial Chick, 1995, pp. 53-61.
Luis García, ¿Qué es la santidad de Dios? | Preguntas bíblicas, Coalición por el Evangelio, 5 abril, 2019.
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